¿En qué tipo de universidad estudiaste, y vives independientemente?

miércoles, 28 de octubre de 2009

La niñificación perpetua: la boda


Los papitos son quienes invitan a la gente a tu propia boda. Qué decadencia.

En el fenómeno de los niños-grandes mucho tienen que ver los padres. No son solo los jóvenes quienes quieren permanecer en su condición de hijitos, sino los padres quienes quieren seguir siendo papitos. Y esto se puede ver claramente en el ritual social de la boda.

Recibí un par de invitaciones hace poco, y lo primero que me llamó la atención era que no tenía idea de quiénes me estaban invitando. No los conocía. Leyendo un poco más, me sonaron familiares los apellidos, y de ahí me percato de que en realidad eran las bodas de personas que sí conocía. Claro, ese es el tradicional formato de los partes de matrimonio, pero se está perpetuando con él la condición de niñitos de los novios. Quienes invitan son los orgullosos padres, quienes figuran con todos sus nombres y apellidos, mientras que los hijitos figuran solo con sus nombres. Como cuando uno estaba en el kínder. Un poco más, y les ponen el sufijo de –ito e –ita. Qué decadencia.

De ahí, a la ceremonia. He ido a varias bodas en Lima, y casi siempre he notado la misma constante. Parece una reunión de los gobernantes de la URSS en la década de 1980. O sea, una gerontocracia llena de abuelitos carcamanes. Pareciera que fuera una boda entre octogenarios. Solo una pequeña minoría se ubican en los veintes o treintas. ¿Los novios eran abuelitos? No, son siempre jóvenes. ¿Por qué entonces tanto vejete? Me dicen que a la recepción se invierte la proporción y que predominan los jóvenes y los viejos se van a sus casas (o de regreso a sus criptas).

No. Las recepciones más bien parecen el festival del Inti Raymi, por todas las momias reales que andan bailando felices y discutiendo los asuntos de las panaqas. ¿Recuerdan cómo cuando uno era niño y había una gran reunión familiar, a uno y a todos sus primitos chiquitos se les colocaba en una mesita aparte de los grandes? Misma situación. Los amigos y contemporáneos de los novios se ubican en una, o a lo más dos, mesas en zonas marginales, mientras la mayoría de las mesas son ocupadas por gente que se preocupaba por el futuro de sus hijos durante la crisis de los misiles. Es decir, se reproduce la misma estratificación espacial que en la niñez. Los abuelitos siguen estando al mando, y los jóvenes son unos niñitos. Qué decadencia.

¿Es que acaso todos los novios que he conocido acá en Lima son unos gerontofílicos? ¿Quiénes son estos mallquis que ocupan la mayor parte de las bodas de los jóvenes? Resulta que en su mayoría, son invitados de los padres. Los amigotes. La promo del kínder, del colegio y de la universidad. Los compañeros de trabajo, jefes y subalternos. Y quién sabe qué más. ¿Y qué relación tienen todos ellos con los jóvenes novios? Absolutamente ninguna. En la práctica, se ha vuelto el tono de los padres y de los suegros, en el cual los novios son meramente una justificación útil, y los amigos de los novios, una presencia a ser tolerada meramente.

¿Con qué derecho viene el consejo de ancianos a la boda de los jóvenes? Porque son los padres quienes pagan. Y si son ellos quienes pagan, pues quieren que estén ahí sus amigotes. Es lógico. También se me ha señalado que hay una lógica de traslado de recursos. La ventaja que sacan los novios es que los arrugaditos tienden a tener más dinero con el cual hacer regalos más generosos, con los cuales los recién casados pueden armar su casa en una.

El costo, sin embargo, me parece altísimo. En el día en que muchas veces es proclamado como “el más importante de tu vida”, uno es relegado a la condición de utilería para justificar un reventón de viejos. Es decir, en el primer día de lo que debería ser tu vida independiente, uno es igual subordinado simbólicamente de manera muy clara. No pues.

Yo puedo entender toda esta situación en una sociedad tradicional. Los jóvenes se casan bien jóvenes, y no tienen los recursos con los cuales equipar su nuevo hogar. Para eso se requiere al ayllu. Sin embargo, en una sociedad moderna, me parece que estas costumbres ya resultan arcaicas. Cuando la gente ya es profesional y se casa en sus veintimuchos o treintaipocos, ya tienen los recursos para hacerse su propia fiesta (aunque lógicamente, por la ley de las expectativas crecientes, uno siempre quiere una fiesta que está más allá de las posibilidades de uno, por lo cual uno recurre a los papitos). No sean niñitos y paguen su propia fiesta, para que de esa manera los carcamanes no tengan derecho a invadirla cual “noche de los muertos vivientes”. Por otro lado, cuando uno es un joven profesional exitoso y próspero, es probable que tus contemporáneos también lo sean, posibilitándoles darles regalos sólidos, sin tener que recurrir a machu kurakas a quienes uno no conoce. Por último, un joven profesional moderno ya se ha mudado antes de casarse, de manera que ya tiene cosas. Ya tiene muebles, electrodomésticos, etc. La justificación de “equipar la casa” deja de tener sentido. Más bien, la preocupación de una joven pareja de profesionales modernos recién casados es qué hacer con las cosas sobrantes; cada uno ya tenía su refrigeradora, su microondas, su juego de sala, etc. ¿Dónde meter todo eso? Más bien habría que regalárselo como ofrenda a esos ancestros venerables (pero que no vayan a la fiesta).

En pocas palabras: si eres un hijito o hijita tradicional, entonces disfruta la fiesta que tus papitos y suegritos organizan en tu honor, pero para placer propio y para equiparte, ya que como niñito no tienes tus propias cosas, por haber vivido con ellos toda tu vidita de veintimuchos o treintaipocos.

Pero si eres un adulto profesional moderno con trabajo, puedes realmente utilizar el día de tu propia boda como símbolo de tu confederación independiente, y que tu boda esté centrada exclusivamente en ti y en tu pareja. Ahí estarás rodeado de tus pares y amigos, y no de un concilio de veteranos de la guerra del '41.

Y a los padres: si quieren que sus hijos maduren, no les den un sol para sus bodas. Guárdense la plata y háganse un tono para sí mismos, y no inviten a todos esos jóvenes turcos. Pero si quieren que sigan siendo hijitos por siempre, y ustedes papitos, entonces normal, sigan igual que en el siglo XVI.

domingo, 25 de octubre de 2009

¿Y quién hace las reparaciones?




Todos saben que los objetos de uso cotidiano se rompen, malogran, quiebran, etc. Y creo que todos saben también que no existe un hada mágica que repara las cosas. Al vivir con los padres este es un asunto menor, después de todo si algo se malogra, llámese la refrigeradora, el televisor, la terma, son los dueños de casa los encargados de costear o incluso en algunas ocasiones hacer ellos mismos las reparaciones, ¿que chévere no?. Pero cuando se vive solo las cosas cambian radicalmente, al menos para los que no pueden costear a un especialista como un gasfitero o un técnico electricista y es aquí cuando uno tiene que aprender por si mismo a hacer al menos las cosas básicas para manterne la casa en pie y que no termine derrumbando por falta de mantenimiento.

En mi caso he hecho cosas como tender 25 metros de cable de red por paredes y techo porque el contrato para tener internet estipulaba que los técnicos dejaban conectada una computadora...y bueno en la casa hay 2 PCs y 3 portátiles, he cambiado los plomos de la casa (lo que me hace recordar que sería mejor contar con un contactor magnético), he reemplazado la fuente de mi PC porque la anterior se quemó por falta de mantenimiento y he armado uno de esos muebles armables que venden en lugares como Sodimac. He visto a Jorge convertirse en el mestro del bricolaje y reparar indeseables orificios con masilla y Moldimix y junto con él alfombramos toda la sala de un departamento sin conocimiento previo de como se hacía. Los resultados no siempre han sido los mejores pero al menos son funcionales, ¡que consuelo!.

Una vez dicho lo anterior les doy algunas recomendaciones de herramientas y similares con los que debe contar todo hogar, ya sea que usen los servicios de un técnico o no nunca está demás tener a la mano lo necesario para una reparación de emergencia hasta que se pueda hacer cargo el especialista.

1. El siempre útil martillo con sacaclavos, ¿quien no ha puesto un clavo en la pared alguna vez?, no olvidar los clavos, son muy útiles los que vienen con una pequeña pieza de plástico que permite colocar cables en ellos.
2. Un destornillador de cabeza plana y otro estrella, sino con que piensan sacar esos tornillos del objeto a reparar.
3. Un alicate, lo uso más que nada para hacer de palanca cuando hay que sacar un tornillo o clavo muy duro. pieza clave para armar mi cama después de cada mudanza.
4. No está demás contar con Moldimix para reparar tuberías de metal que puedan estar oxidadas y con riesgo de dejar fugas de agua.
5. Igual que el Moldimix, la masilla cumple una función similar pero más que nada para tapar huecos que puedan aparecer en las paredes por accidentes como un clavo mal puesto.
6. Llaves inglesas o francesas de acuerdo al gusto.
7. Pegamento industrial y una cuchilla retráctil para ciertos usos específicos.

Como siempre, espero que lo dicho sea de utilidad.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Esbozos de análisis 2: Permutaciones


Las aspiraciones de los jóvenes y las expectativas de los padres pueden ir en contraposición o armonía en una sociedad como la latinoamericana. Es bien sabido que tenemos una tradición patriarcal del paterfamilias que gobierna con mano dura, pero benévola en una casa poblada llena de hijos, familiares y allegados. Sin embargo, con la creciente modernización y secularización van empezando a aparecer fisuras en esta estructura.


Para empezar, la doctrina era que la fecha más temprana en que a los hijos se les permitiría mudarse era con el matrimonio. Mientras que hasta hace algunas décadas, el matrimonio sucedía en los tempranos veintes o incluso antes, no había mayor conflicto. Algunas parejas incluso se quedaban a vivir en la casa de los padres de uno de los recién casados, para deleite de los anfitriones. Sin embargo, las fechas de las bodas se van dilatando, por lo cual vemos solteros que viven en casa hasta entrados los treinta o cuarenta.


Y acá viene la cuestión de las permutaciones. Los jóvenes (y no tan jóvenes) pueden o querer vivir con su mamita indefinidamente, o querer independizarse y ser adultos. La mamita (y papito) a su vez puede desear mantener a sus hijos en condición de niños perpetuos manteniéndolos en casa (y en algunas ocasiones prohibirles la independencia “largo tiempo el peruano oprimido la ominosa cadena (de su mamita) arrastró…”) o bien obligarlos a aprender a volar con sus propias alas, echándolos del niño. Esto nos lleva a cuatro permutaciones posibles, dos felices, dos infelices.


Escenario A: Tanto la mamita como el hijito están satisfechos con mantener sus roles a perpetuidad. A la mamá le gusta mimar a su hijito y al hijito le gusta ser mimado, como cuando tenía cinco años. Cualquier cuestión edipal acá es pura coincidencia. Resultado: todos están felices.


Escenario B: La mamita quiere seguir siendo mamita el resto de su vida, pero el hijo quiere la independencia. El hijo puede enfrentarse a la situación de tener que elegir mantenerse como niño perpetuamente para complacer a su mamita, o mudarse igual, incurriendo el resentimiento de ella. Al realizar la mudanza sin apoyo familiar, lo hará de manera más precaria y con (algo) de sentimientos de culpa. Si se queda, se sentirá frustrado. Resultado: una de las dos partes quedará descontenta.


Escenario C: Los padres quieren que su hijito se mude para poder finalmente superar la fase de la crianza y retomar sus propias vidas, pero el susodicho se rehúsa a hacerlo, reclamando que a sus treintaitantos años sigue siendo deber de ellos darle una vivienda “a su altura”. Los padres pueden botar al hijito de patitas en la calle, para obligarlo a madurar, pero él lo resentirá por toda su vida, acusándolos de malos padres. La otra opción es sufrir al hijito, y tener que aceptar que jamás recuperarán el uso de ese cuarto, o que no podrán vender la casa y mudarse a donde fuera que quieran mudarse, ya que el hijito les reclamará que tiene que ser cerca de su trabajo. O si se mudan, que le dejen la casa. Resultado: una de las dos partes quedará descontenta.


Escenario D: Tanto los padres como el hijo quieren que se dé la independización. No hay conflicto. Los padres incluso pueden apoyar al hijo con artefactos y/o muebles sobrantes. Se mantienen relaciones perfectamente cordiales. El hijo cuenta con privacidad para hacer lo que le venga en gana y volverse un adulto propiamente, y los padres cuentan con más espacio en su casa, y la satisfacción de saber que su hijo puede realmente y fuera de toda duda sostenerse por sí solo. Resultado: todos contentos.


Evidentemente, las situaciones más armónicas son la A y la D. B y C presentan conflictos. En general, nuestras sociedades están pasando de una situación tradicional de “A” (que era la situación por defecto, nadie dudaba de que así tenían que ser las cosas) hacia la modernidad de “D”. Pero este proceso no puede ser automático, y por ello es que se presentan los casos B y C, que deben ser realmente muy trágicos. Quizá en unos cincuenta años “D” llegue a ser lo aceptado ampliamente, pero hasta ese entonces seguiremos en una situación de transición. Entre tanto, brindemos por quienes viven en la seguridad del Escenario A, quienes probablemente son quienes más cobijados y felices viven. ¡Salud!

domingo, 18 de octubre de 2009

Algunos consejos extra

Pensando en aquellas personas que estén evaluando vivir por su cuenta y dejar la casa paterna se me ocurrieron algunas cosas que pueden resultar importantes y necesarias para que la vida independiente sea de disfrute y no un infierno.

Antes que nada hay que pensar en las necesidades básicas, todos tenemos que comer, es por esto que he observado que contar con un horno microondas es básico, en el se puede calentar cualquier cualquier comida precocida, tampoco hay que olvidar la ya clásica olla arrocera, ¿a quién no le gusta acompañar cualquier almuerzo con su buena ración de arroz?, de paso la olla arrocera elimina la posibilidad de quemar el arroz (a menos que se trate de un verdadero negado(a) para la cocina) y no hay que preocuparse mucho sobre el estado de cocción del arroz, en la práctica se hace solo. Obviamente si está dentro de las posibilidades sería bueno contar con una cocina, ya sea esta a gas o eléctrica, recuerdo con añoranza mi primera comida preparada en una cocina de gas unos seis meses (¿o más?) después de estar viviendo por mi cuenta, fueron unos macarrones con queso instántaneos (y para ser franco no los preparé yo) pero supieron a gloria.



Pero no solo de pan vive el hombre y si hay algo que definitivamente van a necesitar es algún medio de entretenimiento. Los primeros meses me tuve que conformar con un televisor pequeño y televisión nacional. La primera mejora la tuve cuando adquirí un televisor más grande y un lector de DVD, ya que no contaba con cable mi opción cuando tenía que matar tiempo era ver películas o series en DVD, ¡gracias House! me evitaste muchas horas de aburrimiento. Pero cuando finalmente adquirí una PC y un Xbox 360 y me pude conectar a internet, gracias a un conveniente arreglo con la cabina de internet que estaba a la espalda del lugar donde vivía, es que pude finalmente tener más ocupadas mis horas de ocio. Con lo anterior quiero decir que si se van a mudar no olviden tener algo con lo cual entretenerse cuando no tengan algo mejor que hacer.



Bueno, por ahora es lo que pueda mencionar, espero que les sirva.

miércoles, 14 de octubre de 2009

No plancho porque no me da la regalada gana (y otras razones más)




Cuando uno no tiene la mamita (o su empleada) para que le ordene las cosas a uno, uno ha de enfrentarse a decisiones sobre cómo mejor emplear su tiempo. Conozco una persona quien, viviendo con su mamita, me dice muy orgulloso y como señal de su “independencia” que él solo va a su casa a dormir. Todo un chico independiente. De lo que no se percata (y he de admitir, en su momento no me percaté yo) es que el mismo hecho de que solo vaya a su casa a dormir es precisamente resultado de su mami-dependencia. Se puede dar ese lujo en la medida en que tiene una mamita que se encarga de mantener la casa funcionando. Una persona que vive independientemente de su mamita sí tiene que dedicarle algún tiempo a ver las cosas de la casa.


Para mi buena fortuna, tengo acceso a una máquina lavadora. Todo se mete ahí de un sopetón y se pone a lavar. En cuarenta y seis minutos o por ahí (suficiente tiempo para ver un capítulo de House) ya está listo para colgar y secar. Una vez seco, ya está listo para planchar, y una vez planchado, listo para usar.


Lavar toma relativamente poco tiempo. Pero ha sido el planchado el que me ha absorbido una cantidad de tiempo bastante por encima del que estaba dispuesto a dedicarle. Y de ahí, tuve que evaluar la necesidad de gastar tiempo, energía humana y electricidad en planchar la ropa. Hay algunas cosas en que no se puede evitar gastar energía y tiempo. Cocinar comida, por ejemplo. Mal que bien, los homo sapiens sapiens necesitamos ingerir alimentos que estén cocinados, porque ya nuestro sistema digestivo así lo requiere. Computadoras: no se puede trabajar sin ellas ahora, y se puede argüir que hacer el mismo trabajo sin ellas tomaría mucho más tiempo. Televisores: mal que bien necesitamos entretenimiento e información. Y así, una infinidad de ejemplos más.


¿Para qué sirve la ropa? En su función más básica, para proteger a uno de los elementos. ¿Planchar la ropa mejora sus propiedades protectoras? No. ¿Por qué planchamos, entonces? Por vanidad. Para que la ropa se vea bien. Y cuando tu mamita te la plancha y paga ella la electricidad, supongo que Ok. Pero cuando uno mismo es el que se tiene que hacer cargo, ya no suena tan bonito. La plancha utiliza bastante electricidad, la cual podría ser mucho mejor utilizada en otras funciones (electrificación rural, por ejemplo). ¿Y para qué? ¿Para verme elegante? Qué tremenda estupidez.


Fue difícil, ciertamente quitarme la venda de los ojos. ¿Andar con la ropa arrugada? Qué tulu. Pero procedí, por el bien de la humanidad y de mi tiempo libre. Empecé con los polos que utilizo bajo las camisas, la ropa interior y las medias. Total, esas prendas o no se ven o casi no se ven. Qué importa si están o no arrugadas. Plancharlas es una pérdida de recursos absoluto y simplemente idiota.


Sin embargo, solo los que han tenido que hacerse estas cosas uno mismo saben el tiempo y recursos que consume el planchar una camisa o un pantalón bien arrugado. Y de ahí procedí al siguiente paso: dejar de planchar, punto. Experimenté con colgar las camisas y pantalones en colgadores de closet, para ver si salían suficientemente sin arrugas. El experimento tuvo éxito. Ciertamente la camisa “planchada” de esta forma no tiene exactamente la misma apariencia que una camisa planchada “de a de veritas”, pero pasa piola. Pero la ventaja en tiempo y recursos ahorrados es abrumadora. Definitivamente, me parece una medida completamente sencilla de reducir el consumo de electricidad y la emisión de gases y todas esas cosas. Ecoamigable.


Incluso mandé esta sugerencia a la campaña ecologista esta, de la PUCP, Clima de Cambios. Esta hace sugerencias que implican unos sacrificios significativos. Entre ellos, cerrar el agua caliente en la ducha mientras te enjabonas (¡qué frío!), comer menos carne (¿y mi lomo saltado?), desenchufar los electrodomésticos cuando no se están usando (qué pesado), cocinar con ingredientes frescos en lugar de congelados (qué lata) o plantar un árbol (¿saben cuánto cansa plantar un árbol? Yo sí). Los de Clima de Cambios aparentemente están dispuestos a hacer todos esos sacrificios y más. ¿Pero no planchar la ropa? ¡Qué horror! ¡Me muero!


Seguramente viven con sus mamitas.

domingo, 11 de octubre de 2009

Yo compro mi comida

Estaba buscando inspiración para un nuevo post y encontré en el archivo del blog que en una ocasión mis cobloggers escribieron sobre como hacen para procurarse el alimento de cada día, Jorge dijo que no le da la gana de cocinar mientras que Víctor alabó las virtudes de una buena comida hecha en casa, en mi caso paticular por cuestiones de tiempo no cocino pero tengo la fortuna de almorzar a media cuadra de mi trabajo, el problema viene en las noches, muchas veces termino comprando comida de la que se mete al microondas un minuto y está lista para su ingestión. Estimado lector, ya sea que su estómago sea a prueba de balas o solo pueda comer los más exquisitos delicatessen va a necesitar un lugar donde adquirirlos y para esto si tengo algunos consejos.



Es importante al momento de decidirse por la mudanza observar la cercanía de una bodega o panadería cerca del lugar elegido, hasta el momento he tenido suerte y en los dos lugares donde he vivido desde que salí de la casa paterna han habido varias bodegas en las cercanías, son idelaes para adquirir algo de beber o comer cuando los amigos caen de sorpresa e incluso pueden sacar de un apuro si alguien está con dolor de cabeza o resfriado: no hay bodega en la que haya preguntado y que no tenga alguna de las tantas marcas de pastillas para estos malestares.



Pero si de cosas mayores se trata no hay que olvidar los conocidos supermercados, recuerdo que en mi anterior hogar habían tres Plaza Vea a distancia de caminata...hablando de sobreoferta. Todos saben que acá vamos a encontrar desde los artículos de limpieza necesarios para mantener la casa reluciente hasta las cosas necesarias para preparar la cena por un par de semanas. Este es otro punto importante al planificar el lugar donde uno se va a mudar, tampoco hay que olvidar que algunas cadenas de supermercados venden sus productos más caros que otras y en este punto no me voy a explayar más ya que he descubierto con sorpresa que hay gente que es hincha de Wong, Metro, Vivanda o Plaza Vea como se puede ser de la U o Alianza.



Para terminar debo decir que tampoco está demás verificar la cercanía de un grifo (a mi me han salvado más de una vez), una farmacia y el banco donde tienen sus ahorros. Espero que haya servido de algo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Los pequeños placeres de vivir independientemente 2: El ateismo

¡Y de mi casa también!


No soy el único joven ateo de América Latina, ni del Perú. Pero soy un ateo que no tiene ningún reparo en admitir su condición. Ser un “ateo de clóset” no va conmigo. Soy tan ateo que a veces me provoca cambiarme el nombre a “Godfrey” solo porque suena a “God-free”. Bueno, en realidad no tanto.


Pero la realidad es que los ateos vamos en aumento, y en el último censo 608,434 personas fueron registradas como habiendo respondido no tener ninguna religión. La tendencia es hacia el alza. Ahora, cabría preguntarse cuál es la relación entre el ateismo y la vida independiente, fuera del alcance de la mamita y del papito. Paso a explicar, con lo que posiblemente parezca un circunloquio.


Según datos anecdóticos a mi disposición, sospecho que el número real de ateos ha sido subregistrado (probablemente no de manera significativa, pero subregistrado igual). He oído de casos en que el entrevistado explicaba que no creía en dios, y el censista igual preguntaba: “Así que… ¿católico?” O el caso de algún menor de edad que manifestaba ser ateo, y sus padres daban la instrucción de que debía ser registrado como católico, a pesar de las protestas del chico. Y el censista obedecía.


Eso va en contra de la libertad de religión, que en el Perú es algo que existe a medias. En mi colegio, que era en ese entonces nominalmente secular, las profesoras se horrorizaban al enterarse de que yo era ateo. Se maravillaban de que no me hubieran raptado los duendes (pues soy ateo no bautizado, es decir, hard-core, el real mccoy), y se preguntaban por qué el señor de las tinieblas no había hecho de mí un ser malvado que golpeara a sus compañeritos o que hiciera maldades. Al contrario, he de admitir que era un alumno modelo.


La cuestión es que en esta sociedad, se espera que uno sea católico. O cristiano, aunque sea. O de alguna religión. No es admisible una vida "buena" sin religión. Ya es suficientemente malo que haya ateos que tengan que ocultar su condición de tales por presiones familiares o por cuestiones laborales. Me parece terrible cuando un ateo se termina casando por la Iglesia, tanto para el ateo como para la Iglesia. Para el ateo, porque está realizando una pantomima. Y para la Iglesia, porque la farsa se está llevando a cabo con su aprobación. Mal que bien tiene casi un par de milenios de existencia, algo de respeto merece. Pero el colmo es cuando el joven ateo tiene que ocultar, o por lo menos disimular, su ateismo en su propia casa.


Considero que cuando menos el hogar debe ser el castillo de sinceridad de uno. Por lo menos ahí uno debería poder vivir su libertad de cosmovisiones provenientes de la edad de bronce. Ahí debería estar uno libre de las caras de desaprobación o decepción de los parientes cuando uno se rehúsa a ir a misa. Ahí uno no debería tener que estar expuesto a estatuillas de un pobre tipo torturado y ejecutado (y mientras más sangrienta la estatuilla, más pía).


Son muy pocos los ateos que tienen también padres ateos. Los que tienen mamitas y papitos católicos tienen que aguantarse las intimaciones explícitas o implícitas hacia la conversión y la vera fe, siempre y cuando vivan con ellos. Y es que los católicos, y los monoteístas en general, por lo general no pueden evitar intentar “salvar” al prójimo. No son capaces de entender que los ateos estamos felices y contentos, y que cuando muramos, ahí se acaba todo.


Por ello es que es recién al independizarse que el joven ateo puede finalmente vivir como le place, como librepensante y desprovisto de santos, crucifijos, cristos y de la presión de declararse católico en el censo. Recién ahí podrá vivir en un “God-free zone”.

domingo, 4 de octubre de 2009

Hijito de Mamá

Y una vez más se presenta la oportunidad de comentar una película sobre el tema que nos atañe, vivir solo. Resulta que vi que estaba en cartelera "Hijito de Mamá" ("Mama´s Boy") y aunque de antemano daba la impresión de ser una película para el olvido (y al final lo fue)no podía dejar pasar la oportunidad de verla y a continuación mis observaciones.



El trailer es bastante claro sobre la tónica de la película y muestra que el protagonista es un perdedor e inútil por seguir viviendo con su madre a los 29 años pero debo resaltar un par de episodios de la misma; en cierto momento la madre del protagonista le informa al zángano que piensa vender la casa ante lo cual este último reacciona reclamando cosas como "¿donde voy a vivir?", "¿cómo vas a vender la casa donde crecí y me críe?" y "va a ser tu culpa si termino viviendo en la calle", ante lo cual a su ofuscada madre solo le basta decir algo así como "esta casa es mía y no tuya así que igual no tienes voto al respecto" para terminar la discusión ¡bravo!. Hago referencia este pasaje porque más de una vez he escuchado a amigos (en realidad más amigas que amigos) asumiendo propiedad sobre la casa paterna con frases como "también es mi casa", "cuando me case voy a vivir con mis padres", "mi habitación me pertenece", etc. Personalmente considero que mis padres pueden hacer con su casa como mejor les plazca, ¡después de todo es suya! de igual manera que hago lo que mejor me place con los objetos de mi propiedad. ¿Alguien me puede explicar como una costumbre aparentemente tan arraigada en nuestra sociedad como es la de considerar la casa paterna como de propiedad de los hijos es ridiculizada en "Hijito de Mamá" mientras que mis conocidos me han llegado a tildar de loco por no tomar en cuenta la casa de mis padres como un posible hogar marital?.

Otra observación que quiero hacer es una que en realidad está relacionada de manera indirecta con la película, cuando dio inicio la función caí en la cuenta de la alta probabilidad que muchas de las personas que compartían la sala conmigo debían encontrarse en la misma situación que el protagonista (con 29 años y viviendo con su madre), me pregunto que habrán pensado al ver en pantalla como se burlaban de su propio estilo de vida, ¿habrán tomado conciencia de ello? ¿que el payaso, inútil y perdedor protagonista era una caricatura de su realidad? ¿o es que los peruanos tenemos harta correa?.