¿En qué tipo de universidad estudiaste, y vives independientemente?

lunes, 29 de diciembre de 2008

No “ordeno” mi cuarto porque no me da la regalada gana.

En efecto, mi cuarto es un caos. Una mirada a este les dará una idea más clara al respecto.



Hay cosas amontonadas como cancha. Cajas que ni siquiera he desempacado desde que me mudé a vivir por mi cuenta hace más de un año. Para serles francos, hay cajas de cuyos contenidos no tengo mayor certeza. Hay un escudo de guerrero coreano envuelto en bubble wrap.


Qué asco. Qué desorden.


Sin embargo, yo tengo otra forma de verlo. No me gusta “ordenar” las cosas (en el sentido estético de ello). Me parece un gasto innecesario de energía que podría ser utilizado en otras empresas. Creo yo que la lógica detrás del “ordenar” es que uno sepa la ubicación de las cosas para facilitar su uso. ¿Recuerden cómo en la adolescencia el ordenar el cuarto era un castigo o deber impuesto desde la autoridad? “Yo sé dónde están mis cosas, yo tengo mi propio orden” contestábamos algunos. Y en efecto, cada vez que la empleada o la madre venía y “ordenaba” el cuarto o escritorio el resultado era que quizá se veía mejor, pero de pronto uno no tenía idea de dónde estaban las cosas. Qué dolor de cabeza.


En efecto, así como Piérola decía “yo tengo mi plan”, yo digo “yo tengo mi orden”. Desde que vivo independientemente, no se me ha traspapelado nada en mi cuarto. Algo que necesite puede estar en medio de una ruma, pero sé exactamente dentro de cuál ruma, y más o menos en qué parte de ella está. Así que, en efecto, hay “orden”. Que no sea estético no le incumbe a nadie más que a mí. No hay madre ni familia que me esté impeliendo a hacer cosas que no me provocan hacer ni nada por el estilo. Soy dueño de mi vida y de mi tiempo.



Las apariencias también engañan. La repisa en cuyo caos vemos gorros comunistas, una Luger nazi y hasta un Cariñosito contiene libros que están organizados rigurosamente según el sistema decimal Dewey (por lo menos hasta donde están colocados verticalmente). En esto sí soy un obseso. Tengo los .pdfs del sistema, y busco en bibliotecas locales para encontrar la clasificación exacta de los libros peruanos que no incluyan ya esa información. Esto es un problema, ya que la PUCP trabaja con el sistema de la biblioteca del congreso de EEUU. La de Lima sí usa el Dewey, pero tiene relativamente pocos libros de los que compro (en comparación con la PUCP).


Tampoco proclamo que el “desorden aparente” sea símbolo sine qua non de la independencia. En efecto, hay mucha gente que sufre de diferentes niveles de trastorno obsesivo-compulsivo a quienes les causa placer el tener todo en orden. Quizá para ellos, la “opresión” sea la de sus hermanos o parientes que le desordenan el cuarto, en el cual todos los objetos deberían encontrarse en ángulo recto unos de los otros y todas las separatas fotocopiadas están en orden alfabético o cronológico. Para ellos, al independizarse finalmente se verán libres de ese caos acechante, y podrán tener todo en el orden exacto que quieran. Bien por ellos, los felicito también. En el fondo somos dos caras de la misma moneda: cuando no vives con tu familia, nadie tiene por qué andar tocando tus cosas ni diciendo cómo deberían estar.


Tengo la impresión, sin embargo, de que son muchos (especialmente hombres) que son como yo. Pueden gustar del orden estético, pero no les gusta ordenar. Esto tiene mucho influjo del machismo subyacente de esta sociedad. La idea detrás de este pensamiento sería que ordenar es tarea de la madre o de la empleada (mujeres en general). Siempre y cuando viva con mi madre siempre habrá quien se haga cargo de ello. Y mientras que no me case para tener una segunda madre (mucho complejo de Edipo acá) o tenga plata para pagar una empleada, no me mudo. ¿Para qué, si acá me atienden?


Esto me hace recordar de una escena en la película Along came Polly. El personaje interpretado por Ben Stiller, todas las noches y mañanas ordena un conjunto enorme de almohadas decorativas ubicadas en la cama y las coloca o saca de un baúl igualmente enorme. ¿Por qué lo hace? Todo ello fue idea de su ex esposa. Finalmente, decide deshacerse de tremenda estupidez y destruye las almohadas. En efecto, los hombres jóvenes o se quedan con sus madres o esposas para que les ordenen una serie de cosas que en el fondo son inútiles. Este condicionamiento conductual llega a tal punto que aun solos reproducen estos rituales, aun cuando estos no les causan ningún placer intrínseco.


Si quieren mi opinión, es mejor ser independiente y “desordenado” a vivir con tu madre y dejar que las mujeres ordenen tu vida. Si no la quieren, no lean este blog.


¡Jóvenes del mundo mudáos, no tenéis nada que perder más que sus cadenas!